Esta es su historia.
Papusza nació en el seno de una familia perteneciente a un grupo o tabor conocido por los “Romaníes polacos de las Tierras Bajas” Durante siglos las sucesivas generaciones de esta saga familiar viajaron a través de los caminos de Polonia llevando una vida nómada, como marcaba la tradición los hombres iban delante y las mujeres y los niños montados detrás en carros abiertos. Un tabor podía estar formado por hasta veinte carromatos. Hombres, mujeres, niños, caballos, carros y perros bajaban de Wilno, a través de los bosques orientales de Volhynia (donde esperaron que se acabara la guerra miles de Romaníes polacos), hasta las montañas de Tatra, en el sur. Este grupo familiar se asentó definitivamente en 1950.
La familia de Papusza eran arpistas y transportaban sus grandes instrumentos de cuerda, en posición vertical sobre los carros, como su más preciado tesoro.
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Papusza (de pie) en los años 30 © Muzeum Tarnow |
El padre de Papusza procedíadel clanWarmiak, su madre delos clanes gitanosde la Galitzia. Su padre murió en Siberia cuando nuestra protagonista era una niña de cinco años. Ocho años más tarde, su madre se casó con Jan Wajs. Papusza era la única hija de su madre...
El tabor estaba en contacto durante el viaje con otras caravanas del mismo clan que viajaban siguiendo otras rutas. Dejaban señales en las encrucijadas de caminos, un manojo de palitos atados con un trapo rojo, una rama rota en un sitio determinado, un hueso con una muesca. A estas señales los Romaníes polacos las llaman shpera. El tabor se detenía uno o dos días en alguna localidad y durante el crudo invierno estacionaban sus carromatos hasta que pasara la estación fría.
Papusza mantenía en secreto un sueño, aprender el noble arte de la lectura. Pero el ambiente en el que crecía la pequeña no beneficiaba en nada su anhelo, ya que su padrastro era borrachoy jugador, y su madreno tenía idea delo que era la alfabetizacióno de lo que una niñadebíaaprender. No estaba bien visto que una mujer leyera.Durante una de las paradas que hizo su tabor Papusza aprendió a leer y escribir. No lejos de donde estacionaron sus carromatos en el invierno en que Papusza cumplió trece años vivía un comerciante Judío. Papusza le entregaba a la mujer del comerciante un pollo robado a cambio éste le daba lecciones de lectura o lo intercambiaba por libros. Papusza ocultó una pequeña biblioteca debajo de las arpas. Aprendió a leerbien, perola escritura le costó más, en palabras de Papusza “He leído mucho yhe escrito poco”.
Cuando Papusza se convirtió en una adolescente, allá por la década de 1920, el que un Romaní supiera leer suponía un hecho insólito, y cuando algún adulto la sorprendía leyendo la castigaban, le pegaban y rompían sus libros y revistas.
“Este conocimiento ha duradotoda mi vida...Estoy muy orgullosade lo aprendido, aunque nunca fui a la escuela. Fue la vida la que me diola educacióny el conocimiento...”
“Yo leíay los Romaníesse reían de míporeso y algunosme escupían.Chismorreaban sobre mí y, yo hacía caso omiso, yo sólo quería leermás y más.Cuántas veces lloré por este motivo, pero siempre me dio igual, yo seguí haciendolo que quería.Me inscribí en una biblioteca y sacaba a préstamocualquier libroquecaía en mismanosporque yono sabía cual era buenoo cual no. Le rogué a mifamiliaque me matriculara enla escuela, pero estos no mostraron ningún interés. Me contestaron: Por favor, ¿Tú, una niña gitana que quiere ser maestra? Así que no me quedó más remedio que dejarlos en paz y seguir leyendo y leyendo”
Papusza también recuerda:
".. Una vez queun grupo de Romaníes fue a tocar músicaa una granjajunto al río, mi padratro me llevócon él, yo me puse a leer un libroUna mujerse acercó a míy me dijo: "¡Una gitana y sabe leer! Bueno, eso está bien” y la señora soltó una carcajada, mientras las lágrimas corrían por mis mejillas la señora se acercó yme preguntóqué hacía leyendo y cómo había aprendido a leer, yo le conté mi historia.Ella me besó yse fue, mientrasyo seguí leyendo duranteun rato más.."
A la familia de Papusza le pareció también inadmisible que ésta quisiera, cuando le llegó la edad de hacerlo, andar con el muchacho que tenía los ojos más negros de todo el tabor. Por ello la casaron a los quince años. Fue un matrimonio arreglado, con un arpista viejo y respetable, Dionizy Wajs, que procedía del mismo clan que su padrastro. Se trataba de una buena boda, pero nuestra Papusza se sentía muy desgraciada. LosWajstradicionalmenteeran un clan famoso por el dinero que ganaban con su música, llegaron a serfamosos músicos dearpa.Con sus arpas, grandes y pesadas viajabanencarros tirados por caballosy tocaban allí donde quiera que los llamaran. Entre los recuerdos de la familia de DionizyWajs se conserva undocumento que acredita quesus antepasadostocaron en la Corte de la afamada mujer de la noblezaMarysienka Sobieska.
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Papuszacon su familia.A su derecha Dionizy Wajs © Muzeum Tarnow
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Papusza no tuvo hijos. Comenzó a cantar, cantaba en compañía de su marido, Dionizy Wajs. Sus composiciones musicales estaban basadas en la gran tradición Romaní de narraciones improvisadas y canciones populares sencillas y breves, compuso largas baladas, en parte canción, en parte poema. Las canciones de Papusza, como la mayoría de las canciones Romaníes, eran angustiosos lamentos de pobreza, amor imposible y, mas tarde, anhelo de una libertad perdida, hablaban de desarraigo y del lungo drom, o largo camino, de ningún sitio en concreto adonde ir...y de ningún regreso.
Cuandola Segunda Guerra Mundialestalló, miles de Romaníes fueronasesinadosen Polonia, tanto por los nazis alemanes como porlos fascistasucranianos, La mayoría de los taboren Polonia optaron porrenunciar a su vida nómada a lomos de suscarros y caballos, pero el tabor de Papusza no renunció a sus arpas. Con sus pesados instrumentos sobre las espaldas, buscaron escondite en el bosque. Cuenta la historia decómoun arpasalvó la vida delos músicos Romaníes que se vieron amenzados por un grupo defascistasucranianos.Uno de losRomá más valientes del grupo, lesgritó: "Si no se marchan os vamos a disparar conestacarabina". Y al parecer,los bandidosse asustarony salieron corriendo.
Papusza perdió más de un centenar de miembros de su familia durante la guerra. Pero ni siquiera fue esta la tragedia que la condicionaría. Papusza escribió en un momento critico de la historia de su pueblo, en Polonia y (ella no era del todo consciente de ello) en todos los demás sitios; se estaba acabando un tipo de vida (vivir en el camino) y no parecía estar sustituyéndola nada identificable o soportable.
Oh, Señor, ¿adónde debo ir.?
¿Que puedo hacer.?
¿Donde puedo hallar
leyendas y canciones?
No voy hacia el bosque,
ya no encuentro ríos.
!Oh bosque, padre mío
mi negro padre!
El tiempo de los gitanos errantes
pasó ya hace mucho. Pero yo les veo,
son alegres, fuertes y claros como el agua.
La oyes correr
cuando quiere hablar.
Pero la pobre no tiene palabras...
... el agua no mira atrás.
Huye, corre, lejos, allá
donde ya nadie la verá
agua que se va.
No escribió sólo sobre su propia gente y la vaga amenaza del mundo gadjikane (no gitano); escribió también sobre los Judíos con los que su gente compartió bosques y destino; escribió sobre “Ashfitz”.
El poeta polaco Jerzy Ficowski vio cantar a Papusza, por casualidad, en el verano de 1949, y aprecio inmediatamente su talento. Empezó a recoger y transcribir los relatos que ella había copiado con gran esfuerzo en Romanés, escribiendo fonéticamente en el alfabeto polaco.
En octubre de 1950 aparecieron varios de los poemas de Papusza en una revista llamada Problemy, junto con una entrevista a Ficowski del distinguido poeta polaco Julian Tuwim. Se habla en ella de los males del “vagabundeo” y la pieza termina con una traducción al Romanés de la Internacional comunista. Ficowski, autor de lo que sigue siendo el libro más importante sobre los judíos polacos, se convirtió en asesor sobre “la cuestión gitana”. La primera edición de su libro incluye un capitulo titulado “El buen camino”, que (aunque omitido en ediciones posteriores y quizá incluido solo como una condición para su publicación) respaldaba la política gubernamental de asentamiento de los menos de quince mil gitanos polacos que habían sobrevivido a la guerra. Ficowski cita a la propia Papusza como un ideal e indica que sus poemas podrían utilizarse con fines de propaganda entre los Gitanos.
Su mejor periodo de creación poética fue hacia 1950 –indicaba Ficowski–, poco después de abandonar la forma de vida nómada. Pero nadie ha pensado nunca en preguntarles a los propios Gitanos.
Dos meses después de la aparición de los poemas de Papusza en Problemy, un grupo de “enviados” Romaníes le hicieron una visita y la amenazaron.
Los gitanos no tardaron en incluir a Papusza entre los culpables de la campaña para acabar con su modo de vida tradicional. De nada le valieron su talla como poeta y como cantante ni el amor hacia su pueblo, expresado en décadas de trabajo. Papusza había hecho algo imperdonable: había colaborado con un gadjo.
Nadie me comprende,
solo el bosque y el rio.
Aquello de lo que yo hablo
ha pasado todo ya, todo,
y todas las cosas se han ido con ello...
Y aquellos años de juventud.
En realidad a Papusza la habian interpretado mal (y utilizado) las dos partes. Intentó desesperadamente recuperar la autoría de sus propias ideas, de sus canciones. Abandonó precipitadamente su hogar de la Silesia meridional y acudió al Sindicato de escritores polacos a pedir que interviniera alguien. La rechazaron. Fue a Ossolineum, la editorial que estaba preparando para su publicación inminente el libro de Ficowski, que incluía poemas de ella. Nadie conseguía entenderla..¿No estaba contenta con las traducciones? .¿Había que hacer revisiones finales? Papusza regresó a casa y quemó toda su obra (unos trescientos poemas) que había empezado a consignar por escrito con el estimulo entusiasta de Ficowski. Luego escribió una carta a este rogándole que paralizara la publicación, aunque hasta en ella daba muestras de su resignación. “Si publicas esas canciones me desollaran viva –le decía, mi gente quedará desnuda frente a los elementos. Pero quien sabe, quizá me crezca otra piel, quizá una mas bella.”
Después de la publicación de los poemas Papusza fue sometida a juicio. La citaron ante la máxima autoridad de los Romá polacos, el Baro Shero, Gran Jefe o anciano. Después de una breve deliberación se la declaró mahrime (o magherdo entre los Romá polacos), impura: el castigo era la exclusión irreversible del grupo. Papusza pasó ocho meses en un hospital psiquiátrico de Silesia; luego, durante los treinta y cuatro anos siguientes, hasta su muerte acaecida el 8 de febrero de 1987, vivió sola y aislada (hasta Ficowski cortó la relación con ella). Su propia generación la rehuyó y la siguiente no la conoció. Se convirtió en su nombre: una muñeca muda y desechada.
Salvo un breve periodo a finales de los anos sesenta, en que salió a la luz con algunos de sus mejores poemas, Papusza nunca volvió a cantar.
El etnógrafo Romaní Andrzej Mirga ha realizado una película sobre Papusza y ha colaborado en una serie de conciertos, que incluyeron actuaciones de la Metropolitan Opera de Nueva York.
La casa de Papusza, en la ciudad de Gorzow Wielkopolski, donde vivió, está señalada con una placa conmemorativa y una estatua de la poetisa se colocó en el año 2008 en el parque de la localidad.